lunes, 23 de mayo de 2011

¡Creedme!

AL HILO DEL EVANGELIO (15)

Jn 14,1-12

Ciertos pasajes bíblicos se relacionan con situaciones que se han vivido. El de hoy es uno de ellos. Era una mañana de Enero 2008, en un poblado de la Parroquia Sta María Magdalena de Domo. Pauline, una joven mujer, había fallecido el día anterior y estábamos celebrando el funeral por su eterno descanso. Su marido, los hijos pequeños, la comunidad cristiana, ahí estábamos reunidos, sobrecogidos, sin encontrar una explicación a lo que veían nuestros ojos .El evangelio escogido fue este. Lo recuerdo como uno de los momentos más emocionantes, la serenidad que se desprendía de la escucha silenciosa y orante de estas palabras de Jesús.

‘En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:

-- Que no tiemble vuestro corazón; creed en Dios y creed también en mí. En la casa de mi Padre hay muchas estancias; si no, os lo habría dicho, y me voy a prepararos sitio. Cuando vaya y os prepare sitio, volveré y os llevaré conmigo, para que donde estoy yo, estéis también vosotros. Y adonde yo voy, ya sabéis el camino.’

Son momentos de intimidad. Jesús entrevé que su final está cerca. Quiere sostener a sus discípulos con una palabra verdadera, que da calor, serenidad, confianza. Él se va para prepararnos un sitio. Llegado el momento, volverá para llevarnos con Él. Y allí donde esta Él, estaremos también nosotros.

Veo que es importante tener presente esta verdad. Somos caminantes hacia la morada de nuestro Padre. La vida cotidiana, con sus ajetreos, sus idas y venidas, arriesga de descolocarnos, haciéndonos olvidar que nuestra vida tiene un horizonte.

‘Tomás le dice:

-- Señor, no sabemos a dónde vas, ¿cómo podemos saber el camino?

Jesús le responde:

-- Yo soy el camino y la verdad y la vida. Nadie va al Padre, sino por mí. Si me conocéis a mí, conoceréis también a mi Padre. Ahora ya lo conocéis y lo habéis visto.’

En este caminar diario, sólo un camino nos lleva hacia la morada del Padre, Jesús. Él es el camino, la verdad y la vida. A menudo se nos presentan posibilidades diferentes de realización, de vivir. Y en nuestro interior surge el conflicto: ¿qué hacer?, ¿qué camino tomar?, ¿dónde poner el pie?, ¿hacia dónde ir?. Las palabras de Jesús no nos dan una seguridad automática. Se trata de confiar en ‘Aquel que sabemos que nos conoce y ama’.

‘Felipe le dice:

-- Señor, muéstranos al Padre y nos basta.

Jesús le replica:

-- Hace tanto que estoy con vosotros, ¿y no me conoces, Felipe? Quien me ha visto a mí ha visto al Padre. ¿Cómo dices tú: "Muéstranos al Padre"? ¿No crees que yo estoy en el Padre, y el Padre en mí? Lo que yo os digo no lo hablo por cuenta propia. El Padre, que permanece en mí, él mismo hace las obras.’

La pregunta de Felipe me interpela muchísimo. Y me pregunto si después de tantos años conozco verdaderamente al Señor Jesús. Hago muchas cosas en su nombre, mi vida la pongo en sus manos cada día… pero ¿lo conozco verdaderamente?.

Creo que conocerlo va unido a la confianza. No tengo ninguna seguridad palpable. Me parece que el conocimiento de Jesús se verifica en la vida cotidiana, cuando ante una palabra que hay que decir, una acción que hay que realizar, una decisión que hay que tomar… En ese momento, la Palabra de Jesús aparece en mi mente como una luz que ilumina y se ve con una cierta claridad lo que hay que hacer. Y en el fondo, hay serenidad y paz.

‘Creedme: yo estoy en el Padre y el Padre en mí. Si no, creed a las obras. Os lo aseguro: el que cree en mí, también él hará las obras que yo hago, y aún mayores. Porque yo me voy al Padre.’

Creedme. Es la confianza que nos permite de realizar las obras que Jesús ha realizado, y aún mayores, sencillamente porque Él está en el Padre y nosotros en su corazón.

¡Creedme!

¡Feliz tiempo Pascual!

Un abrazo. Fraternalmente.

Fernando García

 

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