viernes, 11 de noviembre de 2011

Ven, amigo y hermano mío

AL HILO DEL EVANGELIO (26)
 
"Que nuestro Señor Jesús-Cristo sea conocido y amado por todos" (G.M.Conforti)
 
Mt 25,1-13
"Entonces el Reino de los Cielos será semejante a diez vírgenes, que, con su lámpara en la mano, salieron al encuentro del novio.
Cinco de ellas eran necias, y cinco prudentes.
Las necias, en efecto, al tomar sus lámparas, no se proveyeron de aceite; las prudentes, en cambio, junto con sus lámparas tomaron aceite en las alcuzas.
Como el novio tardara, se adormilaron todas y se durmieron.
Mas a media noche se oyó un grito:
-          "¡Ya está aquí el novio! ¡Salid a su encuentro!"
Entonces todas aquellas vírgenes se levantaron y arreglaron sus lámparas.
Y las necias dijeron a las prudentes:
-          "Dadnos de vuestro aceite, que nuestras lámparas se apagan."
Pero las prudentes replicaron:
-          "No, no sea que no alcance para nosotras y para vosotras; es mejor que vayáis donde los vendedores y os lo compréis."
Mientras iban a comprarlo, llegó el novio, y las que estaban preparadas entraron con él al banquete de boda, y se cerró la puerta.
Más tarde llegaron las otras vírgenes diciendo:
-          "¡Señor, señor, ábrenos!"
Pero él respondió:
-          "En verdad os digo que no os conozco."
Velad, pues, porque no sabéis ni el día ni la hora."
Me parece ver en esta parábola dos actitudes, dos maneras de vivir la vida cotidiana. Por una parte, quien se responsabiliza, quien toma el tiempo para organizarse y saber lo que tiene que hacer. Por otra parte, quien vive sin reflexionar mucho, superficial.
La vida tiene un inicio y un final. Dios nos la da gratuitamente. Feliz quien la toma en serio, se organiza, asume la responsabilidad que le corresponde, lucha con ilusión por sembrar y hacer fructificar las semillas del Reino de Dios. Resulta triste ver una vida malgastada, que aporta poco a la humanización de esta sociedad.
"En verdad os digo que no os conozco."
Pienso al final, a ese momento único para cada persona, a ese encuentro con la Verdad. Conocer a una persona supone que ha habido una relación cercana. No conocerla, quiere decir que ha estado lejana. En la relación con Dios, pienso que es importante conocerlo, pero aún más importante es dejarse conocer por Él. Puedo decir que se conoce al Señor en la medida en que uno se ha dejado conocer por Él. A veces, puede suceder que se hagan mil cosas por Dios, pero dejando al lado algo importante: no abrirle el corazón. Y quién no abre el corazón, ¿cómo puede decir que ama a esa persona?
El reto de toda vida espiritual está en el hecho de familiarizarse con Dios, de establecer una relación de confianza con Él, de abrirle el corazón, de dejarse seducir por su presencia cariñosa, entrañable, dulce, y de hacerle un lugar ahí, en lo más íntimo. Es ahí donde el Señor puede conocernos realmente, tal como somos, y es desde ahí donde Él puede iluminar y guiar nuestras vidas.
Entonces dirá: 'ven, amigo y hermano mío'.
Fraternalmente. Un abrazo.
Fernando

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