lunes, 21 de marzo de 2011

La Transfiguración

AL HILO DEL EVANGELIO (6)

Mt 17,1-9

Caminamos con Jesús en este tiempo de Cuaresma, tiempo de gracia. ¿Qué es lo que hoy nos quiere enseñar?: la experiencia de la Transfiguración. No la vive solo. A su lado están Pedro, Santiago y Juan. Son sus discípulos. Nosotros también lo somos. Lo que ellos han vivido ¿no es también nuestra experiencia? Veámoslo más de cerca.

En aquel tiempo, Jesús tomó consigo a Pedro, a Santiago y a su hermano Juan y se los llevó aparte a una montaña alta. Se transfiguró delante de ellos, y su rostro resplandecía como el sol, y sus vestidos se volvieron blancos como la luz. Y se les aparecieron Moisés y Elías conversando con él.

Pedro, entonces, tomó la palabra y dijo a Jesús:

--Señor, ¡qué hermoso es estar aquí!

La belleza de estar con el Señor, de vivir en su presencia, de dejarse llevar por El. Todo es claridad, transparencia, LUZ.

Si quieres, haré tres chozas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías.

Y, a continuación, la tentación: querer quedarse ahí.

Me viene a la mente la espiritualidad intimista. Nos encontramos en nuestro grupo, cantamos, oramos, celebramos, compartimos, nos sentimos a gusto, protegidos… Mientras estamos en ese ambiente de calor humana, todo es belleza. La tentación: que todo eso que se ha vivido quede ahí, en el círculo de la sala, entre los amigos, separar lo de dentro y lo de fuera. Sería como una especie de microclima, que no se expone en contextos diferentes y adversos.

Todavía estaba hablando cuando una nube luminosa los cubrió con su sombra, y una voz desde la nube decía:

--Éste es mi Hijo, el amado, mi predilecto. Escuchadlo.

Una manera de seguir a Jesús sin tener en cuenta su Palabra. ¿Es posible? Es una gran tentación: quedarse en el nido ‘familial’, oyéndose a sí mismo. ¿Cómo vencerla? Escuchándolo, dedicando tiempo a estar con El. Y así, como esa lluvia que cae lentamente y va empapando toda la tierra, la Palabra va modelando todo lo que se es.

Al oírlo, los discípulos cayeron de bruces, llenos de espanto.

¿A qué se debe este espanto?, ¿por qué tienen miedo? Acaban de oír una Buena Noticia y se caen de miedo, como se suele decir en este caso, se hacen el pipí en los pantalones. ¿Por qué?

Pues, sencillamente, porque la experiencia de la vida cristiana te lanza al mundo, con sus contradicciones, sus desafíos, sus indiferencias, sus potencialidades…, en la familia, entre los compañeros de trabajo, en el trabajo, en los medios de comunicación, en el ocio, en los márgenes de la sociedad…Y ahí hay que vivir lo que se ha escuchado, lo que se ha vivido en el útero comunitario. Los discípulos tienen miedo, porque saben lo que les espera.

Jesús se acercó y, tocándolos, les dijo:

--Levantaos, no temáis.

No están solos. El miedo desaparece cuando sentimos la presencia del Señor a nuestro lado que nos anima, nos levanta. Nos hace ver que esa experiencia de Transfiguración es una Buena Noticia para nuestra familia, nuestros amigos, nuestros compañeros de trabajo, nuestra sociedad…

Al alzar los ojos, no vieron a nadie más que a Jesús, solo.

Ningún otro, sólo El. Ningún otro apoyo, sólo El. Ninguna otra seguridad, sólo El.

Cuando bajaban de la montaña, Jesús les mandó:

--No contéis a nadie la visión hasta que el Hijo del hombre resucite de entre los muertos.

¡Feliz semana!

Un abrazo. Fraternalmente.

Fernando García

 

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