domingo, 13 de febrero de 2011

Pero yo os digo

AL HILO DEL EVANGELIO (3)

Mt 5,17-37

No creáis que he venido a abolir la ley o los profetas: no he venido a abolir, sino a darles el verdadero sentido.

Jesús nos dice que no ha venido a abolir la ley o los profetas, sino a darles el verdadero sentido. ¿Cuál es este verdadero sentido?

Me parece que es importante comprender el verdadero sentido de la ley en la práctica religiosa. En la tradición bíblica, la ley no actúa sola. No se trata de cumplir la ley por cumplirla: cumplo la ley, estoy salvado. Hay que comprender lo que precede a la ley: ahí se sitúa el don de Dios. Antes de la ley hay un don gratuito de Dios. La ley viene como ayuda para guiarnos en el camino.

Cuando oímos en el relato de la creación ‘comerás de todos los frutos del jardín, excepto del árbol que está situado en el centro del jardín’, la ‘limitación’ está precedida del don de la creación que Dios hace al ser humano. Cuando Dios da el Decálogo al pueblo de Israel, él ya ha establecido una alianza con su pueblo. Los Diez Mandamientos son una ayuda para caminar en la fidelidad a ese encuentro que ha tenido lugar con Dios.

¿Cuál es el don que Dios nos ha hecho y que precede todo lo demás? Somos hijos suyos, nos ha dado su misma vida. Los mandamientos nos indican el camino de Dios, nuestro Padre.

Os aseguro: si no sois mejores que los letrados y fariseos, no entraréis en el Reino de los Cielos

Si nos quedamos en la mera observación de la ley, nos perdemos el gozo de vivir el don gratuito del Reino de los Cielos.

¿Era esto lo que les sucedió a estos letrados y fariseos? Es una tentación que nos acecha en nuestra vida espiritual.

Habéis oído que se dijo a los antiguos: no matarás y el que mate será procesado. Pero yo os digo: todo el que esté peleado con su hermano será procesado.

Y si uno llama a su hermano “imbécil”, tendrá que comparecer ante el Sanedrín, y si lo llama “renegado”, merece la condena del fuego. Por tanto, si cuando vas a poner tu ofrenda sobre el altar, te acuerdas allí mismo de que tu hermano tiene quejas contra ti, deja allí tu ofrenda ante el altar y vete primero a reconciliarte con tu hermano, y entonces vuelve a presentar tu ofrenda.  

El mandamiento decía: ‘No matarás’. Jesús le da el verdadero sentido. Se trata de la relación que establecemos con nuestros semejantes. ‘Matamos’ a nuestro herman@ cuando lo ofendemos, cuando lo insultamos, cuando lo criticamos negativamente, cuando lo miramos con un cierto aire de desprecio, de superioridad, cuando lo ignoramos, cuando… cuando…

La relación que mantenemos con nuestr@s herman@s nos indica la calidad, la autenticidad o no de nuestra relación con Dios. Con el prójimo no se bromea.

La tentación podría ser de pensar que puedo ir hacia Dios sin preocuparme demasiado de la criatura de Dios. La verdadera y auténtica adoración de Dios se realiza en los herman@s. ¡No nos engañemos!. ‘¿Cómo puedo amar a Dios a quien no veo y no amar al prójimo a quien veo?’, nos dice san Juan. Y él nos dice que si alguien dice eso, es un mentiroso.

Desear el bien del otro y trabajar incansablemente por conseguirlo, como si fuese para mí. Colaborar positivamente a que el otro viva una vida plena y feliz, la vida de los hijos de Dios.

Habéis oído el mandamiento “no cometerás adulterio”. Pues yo os digo: el que mira a una mujer casada deseándola, ya ha sido adúltero con ella en su interior.

Si tu ojo derecho te hace caer, sácatelo y tíralo. Más te vale perder un miembro que ser echado entero en el Abismo. Si tu mano derecha te hace caer, córtatela y tírala, porque más te vale perder un miembro que ir a parar al Abismo.

El espíritu que subyace a este mandamiento es el de la pureza de corazón, de la vista, de los pensamientos. Educar nuestros sentimientos, no dejarlos que nos lleven allí donde no deberíamos ir. No ver en la persona un objeto de deseo instintivo, sino la presencia de Dios. .‘¡Felices los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios!’

La radicalidad de Jesús -‘más te vale perder un miembro…’- nos dice que el asunto es delicado y serio

Está mandado: “El que se divorcie de su mujer, que le dé acta de repudio.” Pues yo os digo: el que se divorcie de su mujer –excepto en caso de prostitución-- la induce al adulterio, y el que se casa con la divorciada comete adulterio.

En el momento de bendecir la unión conyugal, hay un compromiso de fidelidad: en las alegrías y en las penas, en los momentos fáciles y en los difíciles, en lo agradable y en los sinsabores… Todo ello es realizable si Jesús ocupa su plaza: El es el nexo de unión entre el hombre y la mujer. Con El, la fidelidad está garantizada.

Sabéis que se mandó a los antiguos; “No jurarás en falso” y” Cumplirás tus votos al Señor.” Pues yo os digo que no juréis en absoluto: ni por el cielo, que es el trono de Dios; ni por la tierra, que es estrado de sus pies; ni por Jerusalén, que es la ciudad del Gran Rey. Ni jures por tu cabeza, pues no puedes volver blanco o negro un solo pelo. A vosotros os basta decir si o no. Lo que pasa de ahí viene del Maligno.

Ser hij@s de la verdad, de la transparencia, de la honestidad, del si es si y del no es no, simplemente porque somos hij@s de Dios.

Alumbre así vuestra luz a los hombres, para que vean vuestras buenas obras y den gloria a vuestro Padre que está en el cielo.

¡Feliz semana!

Un abrazo. Fraternalmente.

Fernando García

 

 

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