AL HILO DEL EVANGELIO (35)
Jn 2,13.25
Se acercaba la Pascua de los judíos y Jesús subió a Jerusalén. Y encontró en el templo a los vendedores de bueyes, ovejas y palomas, y a los cambistas sentados; y, haciendo un azote de cordeles, los echó a todos del templo, ovejas y bueyes; y a los cambistas les esparció las monedas y les volcó las mesas; y a los que vendían palomas les dijo:
-- Quitad esto de aquí: no convirtáis en un mercado la casa de mi Padre.
Sus discípulos se acordaron de lo que está escrito: "el celo de tu casa me devora".
Entonces intervinieron los judíos y le preguntaron:
-- ¿Qué signos nos muestras para obrar así?
Jesús contestó:
-- Destruid este templo, y en tres días lo levantaré.
Los judíos replicaron:
-- Cuarenta y seis años ha costado construir este templo, ¿y tú lo vas a levantar en tres días?
Pero él hablaba del templo de su cuerpo. Y cuando resucitó de entre los muertos, los discípulos se acordaron de lo que había dicho, y dieron fe a la Escritura y a la Palabra que había dicho Jesús. Mientras estaba en Jerusalén por las fiestas de Pascua, muchos creyeron en su nombre, viendo los signos que hacía, pero Jesús no se confiaba con ellos, porque los conocía a todos y no necesitaba el testimonio de nadie sobre un hombre, porque él sabía lo que hay dentro de cada hombre.
Me imagino a Jesús entrando en el templo. Lo que vio debió degustarle profundamente y tuvo una reacción instintiva. Me parece que es la única vez que los Evangelios nos dicen que Jesús reaccionó violentamente.
‘Pero él hablaba del templo de su cuerpo.’
A partir de ese hecho, Jesús va a revelarse como el templo. Sus hermanos, los judíos, adoraban a Dios en el templo que había sido reconstruido. Representaba la presencia de Dios. Era ahí donde se podía encontrar a Dios porque era su residencia. Jesús cambia radicalmente la concepción de Dios. El verdadero templo es su propio cuerpo. Dios vive en él y él en Dios.
A partir de ahí veo dos enseñanzas para nuestra vida. La primera, a veces nos preguntamos ¿dónde puedo encontrar a Dios? En Jesús. Es él el verdadero templo. Para ello es suficiente, en un primer momento, mirarlo, escucharlo. En lo que ha hecho y dicho vemos a Dios. Así de sencillo. Eso sí, es necesario confiar en él, en su Palabra. Más estaremos con él, más descubriremos el rostro de Dios.
La segunda. Jesús no se reserva las cosas para él. Las comparte. ‘Mi alegría es vuestra alegría’; ‘a vosotros os he llamado amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer.’ Nosotros también somos el templo de Dios. Lo que es él, lo somos también nosotros. Es una idea que me hace feliz, saber que Dios está en mí, en mi corazón, en lo más profundo del misterio de mi vida, allí donde siento que estoy en las manos de ese Alguien que no soy yo. Esta presencia divina que va mucho más allá de lo que puedo comprender me ayuda a sentirme acompañado. ¡No estoy solo!
¿Hay algún secretillo para darse cuenta de ello? Personalmente me ayuda el fijarme en la respiración y permanecer ahí. A la base de la respiración se va descubriendo la presencia de ese Alguien que nos ha dado el don de la vida. Progresivamente se establece una cierta familiaridad, ese Alguien cercano, íntimo, se convierte en el confidente personal. A un cierto momento, uno se da cuenta que está enganchado, no puedo vivir sin Él.
Fijarse en la respiración: al levantarse, en el ajetreo diario, antes de encontrar una persona, en el tiempo ‘perdido’, delante de una preocupación, de un problema que nos da cierto dolor en la cabeza, de un momento gozoso, para conciliar el sueño… A veces, durante la noche, cuando me despierto y quiero recuperar el sueño me fijo en la respiración y digo: ‘Dios mío’ o ‘Señor mío’. Es curioso, en segundos el sueño me ha tomado. Cuando me levanto por la mañana después de haberme confiado al Señor a través de la respiración antes de dormir, la jornada la comienzo de una manera alegre, esperanzadora, confiada. A veces, durante la jornada, estoy ocupado haciendo esto o lo otro, fijarme en la respiración me da paz, sosiego, alegría. De vez en cuando hay también algunos problemas con quebraderos de cabeza, pienso en el Señor a través de la respiración, el problema sigue ahí, pero lo afronto confiadamente.
Ser templo, morada de Dios. ¡Qué gran dignidad!
Un cuentecillo de Thony de Mello:
BUSCAR EN LUGAR EQUIVOCADO
Un vecino encontró a Nasruddin cuando éste andaba buscando algo de rodillas.
« ¿Qué andas buscando, Mullab?».
«Mi llave. La he perdido».
Y arrodillados los dos, se pusieron a buscar la llave perdida. Al cabo de un rato dijo el vecino: «¿Dónde la perdiste?». «En casa».
« ¡Santo Dios! Y entonces, ¿por qué la buscas aquí?».
«Porque aquí hay más luz».
¿De qué vale buscar a Dios en lugares santos si donde lo has perdido ha sido en tu corazón?
Fraternalmente. Fernando
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