AL HILO DEL EVANGELIO (36)
Jn 3,14-21
El texto que nos ocupa está precedido de un diálogo entre Jesús y Nicodemo. Jesús le dice a Nicodemo que es necesario nacer de nuevo para ver el Reino de Dios. Nicodemo reflexiona y no logra comprenderlo: él es ya mayor, ¿cómo puede nacer de nuevo, entrar una segunda vez en el seno de su madre? ¡No es posible! Jesús le insiste por segunda vez: el que no nazca de agua y de Espíritu no puede entrar en el Reino de Dios. A lo que Nicodemo le responde: ¿cómo puede ser eso? He aquí la contestación de Jesús.
En aquel tiempo, dijo Jesús a Nicodemo:
-- Lo mismo que Moisés elevó la serpiente en el desierto, así tiene que ser elevado el Hijo del hombre, para que todo el que cree en él tenga vida eterna.
El nuevo nacimiento del que habla Jesús es el de la vida eterna. Para “nacer de nuevo” es necesario creer en él. ¿Qué significa creer en él? Veo tres elementos. El primero, se trata ante todo de una adhesión de fondo, radical, fundamental: estoy contigo, Señor, soy de este bando y no del otro, quiero hacer tu voluntad. El segundo, es la unión de corazón: estoy unido a ti, Señor, te amo y quiero amarte por encima de todo. El tercero, es la colaboración estrecha, íntima: quiero vivir en ti, Señor, quiero trabajar contigo y con ningún otro.
Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único para que no perezca ninguno de los que creen en él, sino que tengan vida eterna.
Es conmovedora esta gran verdad: Dios ha amado y sigue amando al mundo hasta el punto de ofrecerle lo más grande y valioso que tiene, su Hijo único. ¿Por qué lo hace? Para que cada ser humano pueda nacer de nuevo. El corazón de Dios no puede permanecer callado, indiferente cuando ve que la “niña de sus ojos” escoge otro camino.
Porque Dios no mandó su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo se salve por Él.
El lenguaje de Dios no es meter miedo, crear incertidumbre, desasosiego, nerviosismo, ruido infernal. Dios nos ama profundamente, nos quiere salvados.
El que cree en él no será condenado; el que no cree ya está condenado, porque no ha creído en el nombre del Hijo único de Dios.
Dios no condena a nadie. El hombre se condena a sí mismo cuando elige vivir lejos de la luz divina. ¿Qué quiere decir la condenación?
El juicio consiste en esto: que la luz vino al mundo, y los hombres prefirieron la tiniebla a la luz, porque sus obras eran malas.
Cuando se elige conscientemente el camino del mal y se permanece en él. En la práctica, se está contra Dios, se trabaja contra Él.
Pues todo el que obra perversamente detesta la luz y no se acerca a la luz, para no verse acusado por sus obras. En cambio, el que realiza la verdad se acerca a la luz, para que se vea que sus obras están hechas según Dios.
Fraternalmente.
Fernando
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