lunes, 13 de junio de 2011

Ven, Espíritu divino

 

 

Ven, Espíritu divino,

manda tu luz desde el cielo.

Padre amoroso del pobre;

don, en tus dones espléndido;

luz que penetra las almas;

fuente del mayor consuelo.

 

Ven, dulce huésped del alma,

descanso de nuestro esfuerzo,

tregua en el duro trabajo,

brisa en las horas de fuego,

gozo que enjuga las lágrimas

y reconforta en los duelos.

 

Entra hasta el fondo del alma,

divina luz, y enriquécenos.

Mira el vacío del hombre,

si tú le faltas por dentro;

mira el poder del pecado,

cuando no envías tu aliento.

 

Riega la tierra en sequía,

sana el corazón enfermo,

lava las manchas,

infunde calor de vida en el hielo,

doma el espíritu indómito,

guía al que tuerce el sendero.

 

Reparte tus siete dones,

según la fe de tus siervos;

por tu bondad y tu gracia,

dale al esfuerzo su mérito;

salva al que busca salvarse

y danos tu gozo eterno.

 

 

                               Un abrazo. Fernando

 

jueves, 9 de junio de 2011

Esperando el don del Espíritu

 

AL HILO DEL EVANGELIO (17)

Hch 1,12-14

Tiempo de espera, de confianza en la palabra dada por Jesús.

‘Entonces los apóstoles regresaron a Jerusalén desde el monte llamado de los Olivos, que está cerca de Jerusalén, camino de un día de reposo (1.2 km). Cuando hubieron entrado en la ciudad, subieron al aposento alto donde estaban hospedados, Pedro, Juan, Santiago y Andrés, Felipe y Tomás, Bartolomé y Mateo, Santiago hijo de Alfeo, Simón el nacionalista y Judas, hijo de Santiago. Todos ellos se reunían regularmente para orar, con las mujeres, y con María la madre de Jesús, y con sus hermanos.’

Escuchando el Domingo pasado esta lectura, me he preguntado: ¿cómo los primeros discípulos esperaban la realización de la promesa hecha por Jesús? Esta espera se caracteriza por dos elementos: la unidad y la oración.

Vuelven del monte de los Olivos al lugar donde se reunían normalmente. Están ahí junto a María, hay también otras mujeres y los hermanos de Jesús.

Se recibe el don del Espíritu Santo en comunidad, en comunión con el cuerpo. Lejos queda el individualismo, la presunción, la autosuficiencia.

Se reunían regularmente para orar. La oración, en este caso, no la imagino como una simple repetición de fórmulas. Me la imagino más bien como una actitud orante, es decir, de comunión íntima con Dios. Las fórmulas vienen en segundo lugar.

A falta de unos días para la celebración de Pentecostés, quiero unirme a la experiencia de los primeros discípulos: comunión fraterna, comunión de corazón con mis herman@s más próximos, alargándola a esa comunión con la humanidad entera. Y comunión profunda, de sentimientos, de pensamientos, de palabras y de acciones con nuestro Dios.

¡Feliz espera del don del Espíritu!

Un abrazo. Fraternalmente.

Fernando García