martes, 27 de diciembre de 2011

¡49 años!

‘Que nuestro Señor Jesucristo sea conocido y amado de todos’ (G.M.Conforti)

En días así, es bueno hacer un alto y reflexionar sobre este gran regalo que he recibido. En el fondo, pienso a la vida, a ese momento en que comencé a existir en el vientre de mi madre. Antes de ese momento, simplemente no existía. La vida la vivo como un regalo de Dios. ¿Qué hice para merecerla? Nada. ¿Cuál fue mi esfuerzo? Ninguno. Simplemente empecé a vivir. La vida, un don gratuito. Gracias a Dios, gracias a mis padres, gracias a mi familia, gracias a todas las personas que han ido ayudándome a crecer, hasta el día de hoy. Y han sido y son tantas. ¡Gracias!

Si la vida es un don recibido, ¿por qué guardarlo para mí? Las palabras de Jesús son enormemente clarificadoras: ‘lo que habéis recibido gratuitamente, dadlo gratuitamente’. No hay ningún precio por ello, simplemente se da, se ofrece. Y es curioso, cuánto más se da, más se recibe. ¡Es la ley divina! Menos das, más te empobreces.

Cada mañana hago un pequeño ejercicio mental. Me fijo en mi cuerpo, desde la cabeza hasta los pies: cerebro, vista, oído, boca, nariz, cuello, manos, columna vertebral, aparato circulatorio, aparato digestivo, cintura, sexo, pies. En primer lugar, doy gracias al Señor por tanto don, y a continuación pongo todo ello a su servicio: ‘Tú, Señor, me lo has dado, a Ti, Señor, te lo confío: que en este día, mis pensamientos sean los tuyos, mis palabras la tuyas, mis acciones las tuyas, mis sentimientos los tuyos…’ ¡Todo mi ser al servicio de Dios! Es el deseo que me acompaña cada día. Y pido al Señor que este deseo crezca, crezca y sigua creciendo día tras día.

Hoy, en la Iglesia, hacemos memoria de san Juan Evangelista. Lo conocemos por el Evangelio y las cartas que llevan su nombre. Este Evangelio fue escrito hacia el final del primer siglo. Es un Evangelio muy reelaborado. Ha tenido en cuenta las tradiciones que han llegado hasta él, pero las ha reformulado de una manera única y original. Si lo comparamos con los Evangelios Sinópticos, parece otro Evangelio. Y sin embargo, todos los cuatros hablan de Jesús. El autor ha puesto mucha creatividad e imaginación en la redacción. Podemos decir que no se ha conformado con contar lo que ha recibido, sino que lo ha tamizado a través de su propia experiencia personal y comunitaria, haciéndolo con mucha libertad. Es lo que hace que sea un Evangelio único y original.

En este día lo veo como una invitación. El Evangelio que hemos recibido, sino es reinterpretado a partir de lo que vivimos en este momento concreto de la historia, que es nuestra propia historia y nuestra vida, ¿qué sentido tendrá? Escribir día a día nuestro propio Evangelio, el camino que estamos haciendo aquí y ahora con Jesús.

Un abrazo. Fernando

 

sábado, 24 de diciembre de 2011

¡Feliz Navidad!

La Palabra era la luz verdadera

que ilumina a todo hombre

que viene a este mundo.
En el mundo estaba,

y el mundo existió por ella,

y el mundo no la reconoció.
Vino a los suyos,

y los suyos no la acogieron.

Pero a todos los que la acogieron,

a los que creen en ella,

los hizo capaces de ser hijos de Dios:

quienes no han nacido de la sangre

ni del deseo de la carne, ni del deseo del varón,

sino de Dios.

La Palabra se hizo hombre

y acampó entre nosotros.

Y nosotros contemplamos su gloria,

gloria que recibe del Padre como Hijo único,

lleno de lealtad y fidelidad

(Jn 1,9-14)

 

lunes, 5 de diciembre de 2011

Preparar el camino del Señor

AL HILO DEL EVANGELIO (29)

 

"Que nuestro Señor Jesús-Cristo sea conocido y amado por todos" (G.M.Conforti)

Mc 1, 1-8

‘Comienza la Buena Noticia de Jesucristo, Hijo de Dios.

Tal como está escrito en la profecía de Isaías: Mira, envío por delante a mi mensajero para que te prepare el camino. Una voz clama en el desierto: Preparad el camino del Señor, allanad sus senderos.

Así se presentó Juan en el desierto, bautizando y predicando un bautismo de arrepentimiento para el perdón de los pecados.

Toda la población de Judea y de Jerusalén acudía a él, y se hacía bautizar por él en el río Jordán, confesando sus pecados. Juan llevaba un manto hecho de pelos de camello, con un cinturón de cuero en la cintura, y comía saltamontes y miel silvestre. Y predicaba así:

-   Detrás de mí viene uno con más autoridad que yo, y yo no soy digno de  agacharme para soltarle la correa de sus sandalias. Yo os bautizo con agua, pero él os bautizará con Espíritu Santo.’

Este tiempo del Adviento mucho se juega con la frase ‘preparad el camino del Señor, allanad sus senderos.’ Se trata simplemente de eso, de preparar el camino del Señor, de facilitar su llegada.

Cuando esperamos a alguien, nos preparamos para recibirlo bien. Para la llegada de Jesús, la Buena Noticia por excelencia, debe ser algo parecido. ¿En qué consiste esta preparación? Me parece que se puede resumir en una sola cosa: hablar el mismo lenguaje. Si quiero comprender a una persona que habla una lengua distinta a la mía, debo aprender su lengua y manejarla con una cierta seguridad. Algo parecido pasa con Dios.

Hablar el mismo lenguaje de Dios: la verdad, la sinceridad, la fuerza interior, la humildad, el perdón…Si en mi vida no hay la sinceridad, o la verdad, o la humildad, o el perdón, o la fuerza interior, ¿cómo podré acoger la Buena Noticia de Dios, que es todo eso y más?

Juan predicaba ‘un bautismo de arrepentimiento para el perdón de los pecados.’ Esta preparación no puede hacerse sin un sincero reconocimiento del estado de nuestra salud espiritual. Abrir los ojos y darse cuenta de las constantes que guían nuestra vida. Para ello, es necesaria la humildad, que es la madre de la verdad. Juan reconoce que detrás de él viene uno que es más grande que él.

Sin esta preparación, hecha con esmero y atención, la Navidad se quedará en algo exterior, no llegará a ser una Buena Noticia para mí, aquí y ahora.

¡Feliz tiempo del Adviento!

Fraternalmente. Fernando