El sábado pasado he participado en el encuentro de la comisión diocesana de Justicia y Paz. A lo largo del año se reúnen cuatro veces, a razón de una vez al trimestre. La comisión diocesana está compuesta por los diferentes comités parroquiales de Justicia y Paz.
No todas las parroquias estaban representadas. En la sala estábamos unas sesenta personas, la mayoría hombres.
El orden del día de la reunión era básicamente compartir el trabajo que se ha hecho desde la última reunión a inicios de Junio. Había también la presentación del resultado de la evaluación sobre el trabajo que realizan los comités hecho por un equipo independiente.
En el compartir hubo de todo. Hay comités que trabajan bastante bien. Otros van capeando como pueden. Y los hay en plena crisis. Hay que tener presente la ausencia de un porcentaje no pequeño de parroquias, donde probablemente no existe todavía el comité
Un denominador común de todo lo que compartieron fue la constatación de la plaga de la corrupción en todos los estamentos de la sociedad. Para hacer avanzar un dossier en la administración hay que pagar, para delimitar el terreno de la casa hay que pagar, para, para… hay que pagar.
¿De qué manera luchar contra la corrupción, cuándo los que deberían luchar son los primeros que exigen que se les dé una parte? La convicción general es que cuando se va a la administración hay que dirigirse a los últimos responsables y no quedarse en los primeros que se encuentra uno al llegar.
Se compartió el caso de violación de menores, de suicidio, del impuesto injusto que se exige a los cultivadores que no son del poblado, conflictos surgidos en la familia o entre vecinos, situaciones de la prisión…
Mi presencia en el encuentro mira la formación de los jóvenes que componen nuestra comunidad de cara al nuevo curso que se avecina. Ver de qué manera podemos implicarnos en este campo, para ir ganando en sensibilidad social. Evidentemente, el compromiso por
Un abrazo. Fraternalmente.
Fernando García
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