4 agosto 2010
Acabo de volver de unos días de retiro. He estado en el Seminario Mayor ínter diocesano, a unos 20 Km. de casa. Thaddée, responsable del grupo de renovación carismática de una parroquia de Bafoussan, me había hablado allá por el mes de febrero de los tres retiros que organizan durante el verano. Me atrajo la idea. Se lo dije y me buscó una plaza pues en Mayo ya estaba todo ocupado.
Es la primera vez que hago un retiro con el grupo de renovación carismática. La primera cosa que me ha impactado ha sido la acogida que me han dado. Yo iba como uno más, éramos 123 personas, con el deseo de estar con el Señor, de dejarme llevar por lo que El me fuera indicando a través de las personas que había puesto delante de mí. No conocía a ninguno de ellos. Me han acogido como un hermano entre hermanos. Había amas de casa, pequeños y medianos comerciantes, profesores, funcionarios, campesinos, empresarios…
El sacerdote, de la diócesis de Bafoussan, que nos ha conducido en la reflexión y meditación de cada día, lo ha hecho de una manera sencilla y agradable, con muchos ejemplos de la vida diaria. El tema escogido ha sido: "He venido para que los hombres tengan vida y la tengan en abundancia" (Jn 10,10).
Hablando de su propia experiencia, ha insistido mucho sobre el valor de la fraternidad universal. Y compartió el momento cuando salió por primera vez de Camerún. Fue a Libreville (Gabón). Se encontró en el aeropuerto solo. No conocía a nadie. Se presentó como seminarista, no tenía visa de entrada. La policía lo paró y no lo dejaba entrar. Al presentarse como seminarista, otros militares cristianos que había por allí se acercaron, preguntaron, dialogaron y lo condujeron en el coche particular de uno de ellos a su lugar de destino, que era el Seminario. Al día siguiente, otro policía vino a acompañarlo para que conociese la ciudad. Lo llevó a su casa, y le dijo a su familia: "aquí tenemos un hermano nuestro camerunés. Todo el tiempo que esté aquí en Gabón, será como uno más de la familia". Y añadió: "el bautismo me dio una familia nueva que no conocía hasta entonces. Ahí comencé a comprender lo que significa la fraternidad
cristiana".
Los momentos de oración han sido vividos con mucha espontaneidad, alegría, gesticulación de todo el cuerpo. La oración reflejaba la situación que cada persona estaba viviendo. Se canta mucho, se danza, se intercambian gestos de acogida, de perdón. Hay momentos prolongados de adoración, de silencio, de diálogo interior con el Señor.
Otro momento importante ha sido el diálogo entre el sacerdote que nos ha guiado y la asamblea a través de las preguntas-respuestas. Sucedía después de la enseñanza del tema y de la posterior reflexión y meditación personal. En las preguntas se expresan las dificultades, los anhelos, las incomprensiones, las heridas, las inquietudes, los gozos… A través de ellas he ido comprendiendo la mentalidad de los participantes. No han faltado ciertas reservas a la manera de vivir nuestra fe en la Iglesia.
Entre los participantes reinaba una fraternidad espiritual profunda. Me ha impactado positivamente el caso de una persona que se me acercó y me pidió si podía hablar un momento conmigo. Me preguntó: "¿cómo puedo llegar a ser santo, como tú?". Al ver mi cara sorprendida, añadió: "desde que comenzó el retiro te veo con una gran serenidad, con una presencia de Dios muy profunda en ti. ¿Cómo puedo llegar a vivir así?". Los colores se me subieron por la cara. Era de noche y por eso no se dio cuenta. Aproveché para interesarme por su vida, su familia, su itinerario espiritual cristiano. Cuando le pregunté por su trabajo, vi que hesitaba. La persona que tenía a mi lado era la máxima autoridad de la administración del Estado en un departamento. Había llegado tarde al retiro, me dijo, porque había venido el ministro de administración territorial y había tenido que estar en la acogida y recepción. Y allí estaba, en medio de todo el
grupo, orando, preguntando, lavando los platos, limpiando la sala…
Una de las reflexiones más bonitas para mí tenía como título: "Avanza y Dios te adelantará (te tomará la delantera)". Se trata de algo tan sencillo como el hecho de que en la vida hay que caminar, lanzarse. No importa lo que puedas dar, hacer o decir, hay que intentarlo. Dios ve tu sinceridad y tu deseo y se echa a caminar. Y al echarse a andar llega allí donde tus solas fuerzas humanas no alcanzan. Lo que cuenta es la confianza que pones en El.
Había en los participantes una gran sed de profundizar en la relación con el Señor. En otro momento, a otra persona que compartía su vida interior, le dije que en la vida espiritual hay que crecer en el conocimiento y en el amor del Señor a través de la amistad personal con El. A lo que él, sin terminar de hablar todavía, me preguntó: "¿Y cómo se llega a esa relación de amistad con el Señor?".
En el momento de la despedida, muchas han sido las muestras de cariño y de fraternidad hacía mí. Cuando fui a dar mi aportación económica, el equipo de coordinación no la aceptó. "Tu aportación es tu presencia en medio de nosotros", me dijeron. Cuando me acerqué a ver el stand para comprar varios Cd –R de música y un libro, en el momento de abonar el precio, alguien ya lo había hecho por mí. Varias personas, en el momento de saludarnos, pusieron la mano en mi mano: "para la gasolina del viaje de vuelta a casa. Gracias, padre".
De vuelta a casa, me queda el agradecimiento al Señor por todo lo que El me ha ofrecido en estos días, por todas las personas, hermanos y hermanas en la fe, que ha puesto en mi camino. Mi corazón me dice: confía en El y ama.
Y el regalo de la Palabra de Dios de este día. El Señor dice: "Te amo desde siempre, es por eso que estoy profundamente apegado a ti. Te restableceré, querido Israel" (Jer 31, 3-4). Gracias, Señor, gracias, gracias.
Un abrazo. Fraternalmente.
Fernando García
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