domingo, 5 de mayo de 2013




Posted: 04 May 2013 11:48 AM PDT

Liliana charlaba en unos jardines de Sevilla con otras inmigrantes colombianas mientras cuidaban de unos niños que no eran suyos. Hablaban de la costumbre catalana de regalar un libro y una rosa. Estaban admiradas de la sensibilidad cultural y estética. Comentaban con agrado la riqueza de sentimientos que tal costumbre entrañaba.

"Pues me he enterado de que la mayoría de esas rosas vienen de nuestra Colombia" -terció otra de las empleadas de hogar. La información conmovió a Liliana y la hizo estremecerse.

Cuando ya se repuso les explicó:

"Hace siete años que me vi forzada a venir de Cundinamarca dejando allí a mis dos hijos, a mi marido y a mis padres. Mi vida y la de mi pueblo cambiaron cuando una empresa española ocupó en arrendamiento los terrenos donde mis padres y antepasados construyeron su vida. La tierra y el agua de mi pueblo no serían ya para dar sustento a aquel gran número de familias, sino para producir rosas dedicadas a la exportación a Estados Unidos y a Europa. El cambio transformó la vida de mi pueblo y la de mi familia. Mis padres y las personas mayores se quedaron sin trabajo y los jóvenes tuvimos que cambiar un trabajo duro pero realizado en condiciones saludables y de cariño a lo que producíamos, por otro mucho más penoso e insalubre en los invernaderos. Altos ritmos de trabajo en un ambiente cargado de fertilizantes, insecticidas y fungicidas para conseguir unos sueldos que apenas permitían el sostenimiento de mi familia.

Yo tenía claro que la vida de mi familia no tenía garantías de mejorar y que nuestra salud era imposible en aquel ambiente. Unas amigas llevaban varios años en España y me insistieron en la conveniencia de dar el salto. Me aseguraban mejoría de trabajo y condiciones laborales favorables. También me insistían en que no era difícil ganar el dinero que necesitábamos en casa. Considerada la propuesta en familia, nos pareció que era mejor que fuera yo quien corriera la aventura. Con mucho esfuerzo para conseguir ayudas, logré el dinero para el viaje a España. Mucho más me costó dejar a mi marido, a mis hijos y a mis padres.

El encuentro con España fue más bien un encontronazo. No fue fácil encontrar trabajo en el servicio doméstico. Me ayudaron mucho mis amigas colombianas y ciertas organizaciones españolas de ayuda a los inmigrantes, pero la gente me consideraba como distinta, como inferior... incluso durante unos años fui considerada como una "sin papeles". ¡Qué humillación! Por otra parte, no tardé en enterarme de que la empresa que había cambiado mi vida y la de mi familia se había ido de España dejando sin trabajo a las personas que la habían enriquecido.

He tenido tiempos sin trabajar y variedad de trabajos, todos como trabajadora de hogar. Algunas familias me han tratado con respeto, pero la mayoría solo han procurado que trabajara lo máximo con sueldos mínimos. Ni les importaban las condiciones laborales, ni les importaba yo como persona, madre de dos hijos, esposa de un hombre que quema su vida en el invernadero de las rosas e hija de unos padres angustiados por mi situación. Las leyes no me han servido de nada: sólo he estado en la Seguridad Social durante dos años. Mi mejor experiencia fue con la última familia pero no hubo final feliz. La señora fue despedida de su trabajo y me despidió. Ante su negativa a darme una indemnización, reclamé por despido ante el Juzgado de lo Social. Perdí el juicio porque no pude aportar testigos y la señora dijo que me había ido del trabajo voluntariamente.

Hoy, el encontrar trabajo está muy difícil y otra vez me siento forzada a tomar otra decisión importante para mi vida, la de volver. Volver a Colombia donde están los míos sí, pero traída, llevada, zarandeada por la decisión de personas, empresas y gobiernos que han dispuesto de mi vida a su capricho".

Mientras Liliana volcaba en sus amigas sus recuerdos y sentimientos, veía en sus ojos su respuesta solidaria. En la animada conversación que continuó se tejió toda una confabulación arrancada de similares experiencias.

Ante otro 1º de Mayo, la frustración de Liliana cuestiona con preguntas como estas: ¿La  deslocalización, la implantación de empresas en otros países y la política gubernamental que las anima, están exentas de responsabilidades? ¿Por qué el Gobierno defiende a las empresas privadas españolas que destruyen y empobrecen en otros países y se desentiende de sus víctimas? ¿Por qué el Gobierno español rechaza a los inmigrantes cuando la migración está forzada por su propia política? ¿Por qué el Gobierno deja a los trabajadores del servicio doméstico al albur de la generosidad o mezquindad de los ciudadanos? ¿Por qué el Gobierno español con sus socios europeos, después de extraer riquezas a otros países y empobrecerlos, se blinda con una política de fronteras que produce angustia, humillación y muerte en tantas personas? ¿Cuándo van a ser asumidas las responsabilidades por las muertes de personas migrantes frente a las costas andaluzas y se va a reparar el daño causado?

Son preguntas a formular ante el 1º de Mayo que han de llevar a enérgicas reivindicaciones.

Fuente: blog de la Asociación Proderechos Humanos de Andalucia (APDHA)
Autor: Jesús Roiz Corcuera



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