miércoles, 27 de julio de 2011

El tesoro escondido

AL HILO DEL EVANGELIO (19)

Mt 13,44

Quizás sea la parábola más pequeña que encontramos en el Evangelio: un solo versículo. Personalmente creo que es la que describe de la forma más clara el impacto del primer encuentro con el Reino de los Cielos, con Jesús.

'El reino de los cielos se parece a un tesoro escondido en el campo. Un hombre descubre este tesoro, lo vuelve a esconder y, lleno de alegría, va a vender todo lo que tiene y compra el campo.'

Un tesoro escondido, pero al alcance de no importa quien. Para encontrarlo, es suficiente con interesarse a él, buscarlo. Interesarse por las cosas de Dios.

Y quien lo encuentra… -¡dichoso él!-. Es tan grande lo que acaba de descubrir, que todo lo anterior queda relativizado, no tiene el valor que tenía hasta ahora.

El descubrimiento del corazón de Dios produce una alegría imborrable. Las grandes y pequeñas opciones que se hacen como consecuencia del descubrimiento del reino de los cielos son guiadas por la alegría que inunda el corazón.

A partir de ese momento, hay un antes y un después. Nada volverá a ser como antes.

San Pablo lo ha descrito espléndidamente: 'Pero todo lo que hasta ahora consideraba una ganancia, lo tengo por pérdida, a causa de Cristo. Más aún, todo me parece una desventaja comparado con el inapreciable conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor. Por él, he sacrificado todas las cosas, a las que considero como desperdicio, con tal de ganar a Cristo y estar unido a él, no con mi propia justicia –la que procede de la Ley- sino con aquella que nace de la fe en Cristo, la que viene de Dios y se funda en la fe. Así podré conocerlo a él, conocer el poder de su resurrección y participar de sus sufrimientos, hasta hacerme semejante a él en la muerte afín de llegar, si es posible, a la resurrección entre los muertos' (Phi 3,7-11)

¡Feliz semana!

Un abrazo. Fraternalmente.

Fernando García

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