AL HILO DEL EVANGELIO (4)
Mt 5,38-48
‘Sed perfectos como vuestro Padre celeste es perfecto’.
Con esta frase concluye el Evangelio de hoy. Cuando Jesús ha comenzado a hablar a sus discípulos les ha dicho: ‘Felices vosotros…’. Ahora les dice: ‘Sed perfectos…’. Es lo que Jesús desea y quiere para todos los que caminan con El. Jesús no les dice: ‘sois perfectos’, sino ‘sed perfectos’. Es un camino a recorrer. No se nace perfecto, se camina hacia la perfección. La imagen de nuestra vida nos puede ayudar a comprenderlo mejor: no nacemos ya hablando, ni razonando, ni responsabilizándonos… Es un camino progresivo.
¿Podemos ser perfectos como Dios, nuestro Padre es perfecto? La primera idea que nos viene al pensamiento es normalmente la negativa. Vemos lo que somos y nos decimos: ‘de ninguna manera’. Sin embargo, Jesús nos lo desea casi ‘forzándonos’ a creer en sus palabras. Sí, es posible ser perfectos porque Dios nuestro Padre nos ha dado todo lo que necesitamos para serlo.
Lejos de nosotros la vanagloria, la soberbia, la presunción. Es cuestión de humildad: saber reconocer lo que Dios ha depositado en nuestras vidas. Para comprenderlo mejor, la imagen que me viene al pensamiento es la de la semilla (de maíz, de trigo, de arroz, de lentejas, de garbanzos…), no importa que semilla. La semilla contiene en sí el código genético que le permite desarrollarse y dar otras semillas. Necesita ser enterrada en la tierra, agua, calor y comienza a sacar de dentro lo que lleva en el interior de ella misma. Dios nuestro Padre, al darnos la vida, nos ha dado el ‘código genético’ que necesitamos para poder ser perfectos como El. Hay que caminar. Es lo que Jesús nos está diciendo.
¿Creemos o no creemos en
.
Y una pequeña historia de A. de Mello: Cómo distinguir el día de la noche.
‘Un maestro espiritual preguntó a sus discípulos cómo lograban saber cuando había terminado la noche y empezaba el día.
Uno de ellos respondió: ‘Cuando veo de lejos un animal y logro distinguir si es una vaca o un caballo’.
‘No’, respondió el maestro.
‘Cuando de lejos miras un árbol y logras distinguir si es un almendro o no’.
‘Tampoco’, respondió el maestro.
‘Y entonces, ¿cómo se logra distinguirlo?’, le preguntaron los discípulos.
‘Cuando miras en los ojos de no importa que hombre y reconoces en él un hermano; cuando miras en los ojos de no importa que mujer y reconoces en ella una hermana. Si no sabes hacer esto, es todavía noche, aunque sea mediodía’.
¡Feliz semana!
Un abrazo. Fraternalmente.
No hay comentarios:
Publicar un comentario