AL HILO DEL EVANGELIO (28)
21 Noviembre 2011
"Que nuestro Señor Jesús-Cristo sea conocido y amado por todos" (G.M.Conforti)
Mt 25,31-46
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
-- Cuando venga en su gloria el Hijo del hombre, y todos los ángeles con él, se sentará en el trono de su gloria, y serán reunidas ante él todas las naciones. Él separará a unos de otros, como un pastor separa las ovejas de las cabras. Y pondrá las ovejas a su derecha y las cabras a su izquierda. Entonces dirá el rey a los de su derecha: "Venid vosotros, benditos de mi Padre; heredad el reino preparado para vosotros desde la creación del mundo. Porque tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber, fui forastero y me hospedasteis, estuve desnudo y me vestisteis, enfermo y me visitasteis, en la cárcel y vinisteis a verme." Entonces los justos le contestarán: "Señor, ¿cuándo te vimos con hambre y te alimentamos, o con sed y te dimos de beber?; ¿cuándo te vimos forastero y te hospedamos, o desnudo y te vestimos?; ¿cuándo te vimos enfermo o en la cárcel y fuimos a verte?" Y el rey les dirá: "Os aseguro que cada vez que lo hicisteis con uno de éstos, mis humildes hermanos, conmigo lo hicisteis."
Y entonces dirá a los de su izquierda: "Apartaos de mi, malditos, id al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles. Porque tuve hambre y no me disteis de comer, tuve sed y no me disteis de beber, fui forastero y no me hospedasteis, estuve desnudo y no me vestisteis, enfermo y en la cárcel y no me visitasteis." Entonces también éstos contestarán: "Señor, ¿cuándo te vimos con hambre o con sed, o forastero o desnudo, o enfermo o en la cárcel, y no te asistimos?" Y él replicará: "Os aseguro que cada vez que no lo hicisteis con uno de éstos, los humildes, tampoco lo hicisteis conmigo." Y éstos irán al castigo eterno, y los justos a la vida eterna.
Con este Domingo terminamos el tiempo litúrgico ordinario y nos preparamos para iniciar, Domingo próximo, el Adviento. Resulta muy significativo que el Evangelio que se nos propone sea esta parábola del juicio final. De hecho, toda la Escritura se resume en ello.
La gran verdad es que a Dios lo encontramos en cada ser humano. No hay otro camino posible para ir hacia Él. O se pasa por el prójimo o nos hacemos ilusiones, porque a veces se vive de eso, de ilusiones. Ahí está la verdad de toda religión, de todo camino hacia Dios.
Es curioso, pero Jesús no dice que lo encontraremos en la Iglesia, ni en la oración, ni en los sacramentos, ni en las diversas prácticas religiosas. Todo ello son medios, y medios necesarios, para ayudarnos a encontrarlo verdaderamente donde Él se encuentra. A menudo, me gusta recordar el ejemplo de la persona que con el dedo señala la luna. La cosa importante no es el dedo que indica la luna, sino la luna. Si me quedo mirando al dedo, ¡ahí tonto de mí!, me pierdo lo más importante.
El primer paso, es caer en la cuenta que Jesús está en cada ser humano que encontramos, lo conozcamos o no. Y no hay que dar por supuesto esta afirmación.
El paso siguiente es adorarlo ahí donde se encuentra. La adoración, creo que puede ser sinónimo de servicio, de respeto, de cordialidad, de ternura, de atención, de humildad, de escucha…
Me viene a la mente las diferentes procesiones que hacemos con imágenes de Jesús, de la Virgen, y de los santos; en particular, la del Corpus Christi. ¡Cuanto respeto y devoción! Y no podría ser menos. Si logramos tener ese mismo respeto y devoción hacia nuestros prójimos, entonces estamos en el buen camino, estamos practicando la buena religión.
Pienso en la celebración de la Eucaristía. Bien preparada y vivida, es una experiencia única de comunión con Dios. El encuentro con nuestro herman@, debe ser vivido con la misma intensidad que celebramos la Eucaristía.
Pero Jesús, en esta parábola, da un paso más. Nos habla de personas necesitadas: hambriento, sediento, extranjero, desnudo, enfermo, prisionero. Se trata de personas que sufren, que no tienen la alegría de la vida. Pues Jesús está ahí. Aún más, Él es ese hambriento, ese sediento, ese extranjero, ese desnudo, ese enfermo, ese prisionero. "Señor, ¿cuándo te vimos con hambre y te alimentamos, o con sed y te dimos de beber?; ¿cuándo te vimos forastero y te hospedamos, o desnudo y te vestimos?; ¿cuándo te vimos enfermo o en la cárcel y fuimos a verte?" Y Él responderá: "Os aseguro que cada vez que lo hicisteis con uno de éstos, mis humildes hermanos, conmigo lo hicisteis."
La verdadera religión, el verdadero culto, la verdadera oración, el verdadero acto religioso, la verdadera celebración, es la que nos ayuda a descubrir a Dios presente en cada rostro humano, en particular, quien se encuentra inmerso en el sufrimiento, en la desesperación, en la indiferencia, en la soledad…
Y cuando se descubre que Dios está ahí, ¿quién no le dará una mano para aliviar ese dolor?
¡Feliz quien logra hacer la relación entre ese rostro humano y Dios!
¡Feliz semana! Fraternalmente.
Un abrazo. Fernando García