En este día de Jueves Santo, después de haber lavado los pies y compartido la mesa de la Eucaristía, en adoración acompañando al Señor en el huerto de los Olivos y en la sala delante del Consejo, me ha acompañado este texto. Lo comparto con vosotros.
Dejemos fluir nuestras vidas El riachuelo
Ghandi dijo: Cualquiera hubiera podido hacer lo que yo he hecho. Y ¿qué hizo? Dar su vida. Como Jesús. La manera como se las quitaron no dependió de Jesús ni de Gandhi, sino de la violencia de los hombres.
Ese cualquiera de Gandhi se dirige a cada uno de nosotros. Sin que sea necesario tener el mismo impacto sobre el mundo, ni el mismo destino.
No tengamos miedo. "Dar su vida" no es morir. No necesariamente. Es vivir para alguien, y es algo sencillo si entramos en esta libertad profunda que es "ser lo que se es".
Dejemos que nuestra vida fluya desde su origen.
Cuando vemos un riachuelo brotar de la fuente y lanzarse por la pendiente de la colina, sabemos que está en camino hacia el río, y por el río hacia el océano. Está en camino hacia la inmensidad de las aguas; para él es su eternidad. Y si nos elevamos lo suficiente vemos que el riachuelo y esta inmensidad hacen uno.
Los ángeles, que pueden mirarnos así desde las alturas del cielo, ven que estamos ya, también nosotros, en el infinito de Dios.
Pero la ley del agua que fluye es dar a su paso una parte de sí misma a la vida de la planta de la orilla y a la del animal sediento. El riachuelo de una manera natural baja por la pendiente del don; sencillamente porque "es lo que es" y se adapta a la vida que lo rodea.
Deberá, ciertamente, pasar por una serie de obstáculos y de liberaciones.
Deberá abrirse un camino a veces difícil, pero le oiremos cantar entre los guijarros y veremos cómo los guijarros se van puliendo a lo largo de los días, en el gozo de la transformación; o bien de repente habrá la caída brutal en la cascada, pero veremos al riachuelo rebotar alegremente en la cañada, que se va a dejar cavar por él y embellecerse por su presencia en un esfuerzo común de armonía.
Y he aquí que la flor que se abre a su paso y la corza que bebe hacen de su vida la fiesta del compartir.
"Aquel que hace que la flor se abra trabaja con simplicidad".
¿Hace falta añadir que el riachuelo no ha escogido la flor ni la corza?.
Ha escogido "ser" y que los otros "sean".
Y así salvaguarda al mundo en el amor.
Esta es la belleza de la noviolencia.
(Traducción de un fragmento del capítulo 13e tour: Talismán del libro Prior 15 jours avec Gandhi por Joseph Pyronnet y Charles Legland, ed Nouvelle Cité, Montrouge 1998, citado por Noticias del Arca, Verano 2009, pp. 3-4)
¡Feliz Pascua de Resurrección!
Un abrazo. Fernando